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organizaciones que suman experiencias de la guerrilla y la camorra

organizaciones que suman experiencias de la guerrilla y la camorra


Brasil es grande incluso en masacres cometidas por fuerzas policiales y de seguridad. Y a su manera sigue el lema positivista de su bandera: Orden y progreso. Aunque ese orden tenga tanto de inexplicable caos. No es de ahora que el horror por lo ocurrido en las favelas de Penha y Alemão estremece y remite a las organizaciones que fueron creciendo desde hace décadas en sus cárceles más feroces.

Por estos días se recordó una matanza reflejada en una tremenda película de Héctor Babenco, Carandirú, de octubre de 1992, en la Casa de Detenção, el nombre oficial del penal paulista. En esa matanza -111 presos desarmados asesinados sin misericordia- está el origen del Primer Comando Capital (PCC), como agrupación contra el maltrato, en agosto de 1993. Esto que se decía de Orden puede verse en el Estatuto del PCC, una suerte de Constitución de una de las bandas “fuera de la ley” que se mantienen en Brasil como parte de la organización nacional.

Cuentan las historias carcelarias que Mizael Aparecido da Silva sabia que para poder defenderse de la barbarie carcelaria no sólo había que estar unidos, sino que había que tener códigos estrictos. De miembros de la Camorra habría aprendido que la primera ley debe ser la fidelidad. Así, el primero de los 16 artículos dice: “Lealtad, respeto y solidaridad por encima de todo al Partido”.

Vale la pena leer el corpus elaborado a fines de 1992, cuando Mizael estaba preso en Taubaté, San Pablo. El pobre idealista fue asesinado por otros presos, encabezados por Ricardo Alexandre Lúcio, Gordo, en febrero de 2002. Triste fin para el hombre que había escrito como artículo 9º: “El partido no tolera las mentiras, la traición, la envidia, la avaricia, la calumnia, el egoísmo ni el interés personal, sino más bien: la verdad, la lealtad, la integridad, la solidaridad y el bien común, porque somos uno para todos y todos para uno”.

Un dato interesante de estos pasos iniciales del PCC es que el Fiscal General de San Pablo en octubre de 1992 era Michel Temer, luego secretario de Seguridad de ese Estado y con los años vicepresidente de Dilma Rousseff y protagonista en agosto de 2016 del golpe institucional que lo depositó en el Planalto. WikiLeaks había revelado que Temer era informante de la CIA.

En 2006 hubo otra matanza también en San Pablo. Fue cuando las autoridades decidieron el traslado de centenares de presos a la cárcel de Presidente Bernardes, a 589 kilómetros de la ciudad, donde también había estado un capo de Comando Vermelho, ahora en boga por esta nueva “chacina”. Entre los trasladados estaba Marcos Willians Herbas Camacho, Marcola, uno de los líderes del PCC. Hubo un levantamiento generalizado en la ciudad y al cabo de varios días habían quedado unos 150 cadáveres. Se había cumplido el artículo 9º, que los que estaban afuera debían ayudar a los de adentro. El traslado era visto como una violación de los Derechos Humanos del recluso.

En un artículo de junio de 2006 para la revista Acción, del IMFC, el autor de esta nota escribió algo que guarda actualidad sobre el origen de esa organización que logró vencer al tiempo: “Corría el año 1969 y para imponer su rigor contra las agrupaciones revolucionarias de izquierda, la dictadura militar no tuvo mejor idea que equiparar la protesta política con el delito liso y llano mediante la Ley de Seguridad Interior. En consecuencia, los militantes sociales fueron alojados junto a detenidos comunes para rebajarles la moral y someterlos a la misma degradación que a los delincuentes ordinarios. (…) Pero la condena resultó al revés de lo previsto. Y los reclusos por delitos “civiles” aprendieron lo que era la solidaridad, la disciplina, la mística y la fe revolucionaria de los que habían sido arrestados por sus ideas. También tuvieron verdaderas lecciones de economía política y tácticas de guerra urbana. Se dice que algunos de aquellos aprendices alojados en la Galería B del presidio de Ilha Grande, más conocido como “La caldera del diablo”, comenzaron a reclamar por sus derechos y formaron el Comando Vermelho. El éxito de esta organización en sus inicios, según cuentan los reclusos con más memoria, fue que logró unificar la lucha contra los abusos de las autoridades penitenciaras al tiempo que puso un freno a los ataques, violaciones y robos entre detenidos”.   «



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