Después de varios meses de lo que parecía un eterno letargo, el jueves a última hora la Casa Blanca anunció el esperado acuerdo comercial con Argentina. El gesto del gobierno de Donald Trump con la gestión de Javier Milei se enmarcó en la aceitada relación que ambas administraciones construyeron desde su llegada al poder y se convirtió en la mayor carta política del libertario, quien decidió mantener vigentes los canales de diálogo oficiales y paralelos para asegurarse que su gobierno mantenga a como dé lugar las relaciones carnales con el norte.
El comunicado que publicó el gobierno estadounidense está lejos de ser un documento claro. Amparado en la “alianza estratégica basada en valores democráticos compartidos y una visión común de libre empresa, iniciativa privada y mercados abiertos”, ambos países se encaminan a cerrar un acuerdo que abarque desde un alineamiento geopolítico anti-China; pasando por pactos de cuidado ambiental, hasta una baja de aranceles para la comercialización de productos argentinos a cambio de la apertura indiscriminada de los mercados agrícolas bovinos estadounidenses. Sin embargo, hasta el momento, no hay ni habrá mayores detalles.
El propio texto difundido por la Casa Blanca advierte que “Estados Unidos y Argentina trabajarán con celeridad para finalizar el texto del Acuerdo para su firma y llevar a cabo sus respectivas formalidades internas antes de que el Acuerdo entre en vigor.” Además, recalca que “los países revisarán la aplicación del acuerdo y continuarán una estrecha coordinación en materia de comercio e inversión a través del Acuerdo Marco de Comercio e Inversión y del Foro de Innovación y Creatividad para el Desarrollo Económico.” En criollo, la potencia tendrá más tiempo para seguir sumando ítems a su preciada lista de pedidos.
Según confiaron a este diario desde el gobierno nacional, Pablo Quirno desde la Cancillería y Luis Caputo desde el Ministerio de Economía, trabajan contrarreloj para cerrar las condiciones de este acuerdo marco que, aunque publicado, todavía no entró en vigencia. El ministro de Relaciones Exteriores se encontraba en EE UU al momento del anuncio de la Casa Blanca. Durante su estadía, el economista mantuvo un encuentro con el representante Comercial de los Estados Unidos, Jamieson Greer, encargado formal de las relaciones mercantiles de su país. y el Secretario de Estado, Marco Rubio, quien mantiene un estrecho vínculo con Barry Bennet, el lobbista republicano contratado por Tactic Global, la empresa perteneciente a Leonardo Scaturicce, nexo de Santiago Caputo con la administración Trump.
Bennett, quien no ocupa ningún cargo formal dentro del gobierno del magnate, visita desde hace meses el país en búsqueda de oportunidades de inversión para importantes empresas norteamericanas. Su fascinación por el asesor presidencial, quien durante la gestión de Gerardo Werthein en Cancillería ofició como un virtual ministro de Relaciones extranjeras blue gracias a sus vínculos con el norte, fue manifestada incluso ante la prensa acreditada en Casa Rosada en su última visita el viernes pasado.
El tío Barry tiene en qué basar su admiración. Santiago Caputo fue quien le garantizó el encuentro con Cristian Ritondo, Rodrigo De Loredo, Miguel Ángel Pichetto y un puñado de gobernadores a los que sedujo con despampanantes inversiones que dejaron boquiabiertas a las provincias sedientas de dólares. Si bien los negocios y los acuerdos bilaterales son asuntos separados, y el desembarco de empresas tiene como objeción indeclinable la garantía de condiciones legislativas que permitan la explotación de las inversiones, hay quienes advierten que los backchannels fueron más que beneficiosos. El aceitado vínculo entre el asesor y el lobbista, y la buena predisposición de Toto Caputo con el cumplimiento de las metas impuestas por el FMI, al parecer, sirvieron. Todo en familia.
Una vez consolidada la negociación, la idea, explican desde la administración nacional, es comunicar a lo largo de las próximas semanas los aspectos formales de cada ítem oficializado en el documento original. En este punto, la estrategia será comunicar uno por uno los arreglos, un guiño fundamental para la estrategia comunicacional del oficialismo libertario, que hace uso y abuso del impacto del mensaje.
En tanto, desde el oficialismo advierten que la firma del mismo se concretará una vez se tengan cerrados los pormenores del pacto. Los equipos legales y técnicos de ambos países se tomarán el tiempo necesario para analizar cada uno de los puntos y será sólo finalizado este proceso que se avanzará en la concreción de este acuerdo que, admiten desde Casa Rosada, trascenderá las fronteras del tiempo que Milei ocupe el Poder Ejecutivo, dado que la hazaña tiene un impacto a largo plazo mayor que una mera aproximación ideológica entre las actuales administraciones.
En este sentido, los cerebros de la estrategia libertaria buscarán enmarcar este acuerdo en la búsqueda inalcanzable de consolidar a Javier Milei como un “prócer y libertador nacional”, como intentan instalar sus propios seguidores en las redes sociales, el sub mundillo donde se mueven como pez en el agua. Por eso, la intención es que, finalizado el período de negociaciones, el presidente viaje nuevamente a Estados Unidos para firmar de puño y letra el documento junto a Donald Trump y obtener así una nueva postal que le permita seguir engrosando su álbum de fotos con líderes de la ultraderecha internacional.
