Entre el 7 y el 11 de mayo se realizó en Mendoza la edición 44 de la Fiesta Nacional de la Ganadería de Zonas Áridas en el departamento de Alvear, impulsada por la cámara de comercio de la zona. Los discursos políticos fueron en clave de “rosca” electoral, dejando de lado la necesaria discusión de un plan ganadero de largo plazo basado en la realidad productiva y ganadera de todos los productores y todas las regiones.
El gobernador Alfredo Cornejo dedicó más tiempo a hablar de minería y de asuntos urbanos que de ganadería. Como logro, presentó el acueducto ganadero Monte Comán – La Horqueta, proyecto que fue elaborado en 2014 por el gobierno de Francisco “Paco” Pérez en el marco de un proyecto de infraestructura hídrica y un crédito internacional que lo financiaba. El financiamiento se perdió por problemas de gestión en el primer gobierno de Cornejo, lo que provocó la caída de la licitación y la pérdida de los recursos. Ahora, 10 años después, es la única acción que el gobierno puede presentar como hecho concreto relacionado al sector: un acueducto que solo atiende a 89 productores (la mayoría con un perfil empresarial y de alta capitalización), en una provincia que tiene actualmente, según el clúster ganadero, 3851 productores bovinos y 3440 productores caprinos.
Estos datos suelen estar subestimados, ya que existe una gran informalidad en el sector. En el acto de cierre de la Fiesta, además de mencionar este acueducto que beneficia solo al 3% de los productores, se mencionaron el plan Toro, plan Vaca y el incentivo ganadero, todas políticas que tienen más de 15 años y a las que acceden aún menos productores. Si bien hay un pequeño sector de empresarios ganaderos que han crecido en el sector de engorde aumentando significativamente el porcentaje de faena de novillos en la provincia, la generalidad de la actividad es de crisis y emergencia.
Ajuste y falta de políticas para el sector
El porcentaje de destete de bovinos sigue siendo bajísimo: 47%, es decir que de 100 vacas preñadas solo 47 llegan a destetar el ternero, muy por debajo de las cifras óptimas. El stock ganadero se ha mantenido sin crecimiento en los últimos 10 años, aunque han desaparecido muchos productores. El gobierno discontinuó los planes de vacunación y no existe ningún acompañamiento técnico ni de estímulo asociativo o comercial destinado al perfil mayoritario de la ganadería que es la agricultura familiar y campesina. Tampoco se continuó el proceso de ordenamiento territorial ni de electrificación rural de nuevos tramos. La irregularidad catastral y registral de los títulos en las zonas áridas es otro problema grave que limita la certidumbre de los productores en la permanencia en el campo, el acceso al financiamiento y al mercado. Lejos de ser mejorado, este tema ha quedado fuera de la agenda oficial.
En el caso de la ganadería caprina, el cambio climático, la caída del consumo y la motosierra aplicada a las instituciones impactan de lleno en el sector. En Mendoza, el gobierno desarticuló la dirección provincial de Arraigo y el consejo provincial de Arraigo, instituciones que fueron creadas por la todavía vigente Ley de promoción de arraigo de puesteros; luego de eliminarlos, no se propuso ninguna política alternativa. Para el gobierno, la agricultura familiar, responsable de más del 90% de la producción caprina en la provincia, no existe.
Hablamos de una producción que se realiza en zonas de tierras secas donde no es posible otra producción agropecuaria. Además de ser el sustento del arraigo de casi 4000 familias que viven en esas regiones, el sector representa casi el 50% de las cabezas de ganado de todo el espectro ganadero local, y constituye una base de nuestra cultura fundamental para el cuidado del ambiente. Recordemos que el 97% del territorio mendocino es árido y sin riego, y es allí donde se desarrollan las familias campesinas denominadas localmente como “puesteros”.
Los impactos negativos del ajuste y la falta de políticas para el sector se pueden ver en la disminución significativa de cabezas de ganado caprino, que pasaron de 800.000 en 2015 a 671.379 en la actualidad, marcando la pérdida de más de 130.000 animales. Además, desde 2020 hasta la fecha han desaparecido más de 300 productores caprinos.
En el caso de la producción bobina, existían 4321 productores y en la actualidad son 3851, es decir que, en los últimos años, desaparecieron cerca de 500 productores.
En la Fiesta del año pasado, el gobernador Cornejo prometió un plan de fomento para emprendimientos de engorde bajo riego en fincas de menos de 20 hectáreas, una medida que podría haber beneficiado a pequeños productores y campesinos. No pudimos dar con ninguna experiencia que haya sido beneficiada, ni tampoco hay información en los sitios oficiales. En esta Fiesta no hizo ninguna mención al tema.
Pasando en limpio, podemos afirmar que el crecimiento del engorde y la faena local en Mendoza no impacta significativamente ni en el sector ganadero ni en el desarrollo rural, debido a que está fuertemente concentrado en un pequeño número de empresas. Esa situación no genera una baja de precios para los mendocinos ni un aumento de empleo que pueda contrapesar la pérdida de productores. Tampoco significa desarrollo, entendido como el crecimiento de una matriz productiva y ecológicamente sustentable que impacte en la mejora de la calidad de vida de los mendocinos.
Por una ganadería que sea motor del desarrollo rural
Mendoza necesita una política que no esté localizada en un solo sector, sino que sea federal y que incluya a la mayoría de los productores en todas las regiones ganaderas; que atienda no solo al sector bovino, sino que mire la realidad porcina, ovina y caprina. No se pueden continuar desarrollando los vestigios de políticas que fueron pensadas hace más de 20 años, en otra Mendoza y otra situación mundial. Mendoza requiere actualizar la política ganadera acorde al desarrollo tecnológico, atendiendo al cambio climático, a los nuevos escenarios geopolíticos y a las oportunidades asociadas al desarrollo gastronómico y turístico, así como al mercado interno, donde además de apuntar al autoabastecimiento de carne bovina, el chivo tenga denominación de origen y una inserción en el mercado interno y gastronómico.
Necesitamos una ganadería que agregue valor a todos los subproductos, optimice cadenas cortas de comercialización y promueva la exportación de los excedentes en un mundo cada vez más ávido de proteínas, que se vincule con la producción de bioenergía y sea motor de desarrollo rural abasteciendo a los pobladores locales de servicios y empleo formal.
Una política ganadera que se sustente en acompañar a los miles de productores que están arraigados en el campo. Es necesario acompañarlos, para fortalecer el asociativismo y la integración a la ganadería del siglo XXI. Eso también sería diversificar la matriz productiva.
* Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra – Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA).