Fines de 2019. El domingo 27 de octubre hubo presidenciales en ambas márgenes del Plata. En Argentina fue electo Alberto Fernández mientras que en Uruguay, las urnas establecían que Daniel Martínez (Frente Amplio) y Luis Lacalle Pou (Blanco) fueran a un balotaje. Ese 24 de noviembre, finalmente, venció la derecha. Unos días antes, José Mujica había cruzado el charco para instar a sus paisanos a votar por el FA.
Nicolás Trotta sería el primer ministro de Educación de Fernández y debía asumir el 10 de diciembre. Abogado, profesor universitario y dirigente político, había establecido una cordial relación con el Pepe. “Lo conocí en una invitación que le hicimos para dar una conferencia. Establecimos un vínculo muy positivo. Inclusive lo había entrevistado para un documental de televisión”.
Antes de ese acto del Frente en Buenos Aires, almorzaron juntos. Le propuso: «Pepe, me gustaría que después de todos estos encuentros, tengamos una reunión larga y a partir de ahí hacer un libro». La respuesta fue afirmativa y lo invitó a la chacra de Rincón del Cerro. Pero los tiempos apremiaban. Trotta viajó a Montevideo la tarde en que los uruguayos aún estaban votando. “Estuvimos cuatro días en la chacra. Empezábamos a la mañana muy temprano. Lucía (Topolansky) en ese momento era la vicepresidenta de Uruguay: ella se iba y nos quedábamos grabando en el parque o en la pequeña casa de la chacra, en la cocina o en el comedor. Sólo parábamos para cocinar algo y lavar los platos. Fueron más de 20 horas de grabación que se transformaron en el libro.
–Debe haber sido una experiencia fascinante.
-Por supuesto. Recorrimos su infancia, su vida, su militancia, los años de cárcel, la democracia, la victoria de Tabaré (Vázquez), su ministerio, su camino a la presidencia, su propia presidencia y por supuesto también su mirada desde un perfil más filosófico. Hablamos de la política del mundo, de América Latina, sus críticas al consumismo extremo…
–¿Qué te enseñó el Pepe?
–Esa inteligencia reflexiva para generar en pocas palabras un mensaje muy profundo y muy determinante, agigantado a partir de quién era él y a partir también de su coherencia entre lo que pensaba y lo que hizo a lo largo de su vida. Tenía una mirada siempre positiva de los desafíos que había por delante. Ponía las cosas en su justo lugar. Repetía de manera constante para los que abrazan lo colectivo y la cosa pública: vive como piensas o pensarás como vives. Debe ser un compromiso de todos. Es la síntesis de la manera simple que Pepe eligió para vivir, conjuntamente con Lucía. En esa chacra donde invitaba familias a vivir en esas pequeñas hectáreas, una especie de convivencia colectiva. No le gustaba que le digan que él vivía de manera austera. Para él, la palabra austeridad era un término que usaban los gobiernos conservadores o más reaccionarios para reducir derechos al conjunto de la sociedad. Él hablaba de simpleza, de estar liviano de equipaje. Saber que uno no puede entrar en una carrera consumista, que en algunos casos sólo trabaja para sobrevivir y, en muchos, sólo para consumir cosas que uno no necesita. Lo mencionó incluso cuando fue a la ONU. Lo único que uno no puede comprar es el tiempo. Y trabajar para ser más libre y no esclavo del consumismo. Sus pasiones eran Lucía, su movimiento y su chacra. Las flores, la cosecha. Estuvo arriba del tractor hasta último momento.
–Yendo a ver «cómo estaban los girasoles», como solía decir… Todo su ideario lo ejercía con su compromiso.
–Vivió la militancia armada en los ‘70 y sufrió cárceles, tortura, aislamiento, vejación, todo. No salió ni loco ni rencoroso, sino con el compromiso de ser el primer presidente campesino, como le gustaba decir.
–En ese sentido se podría hacer algún paralelo con las Madres y las Abuelas.
–Ni odio, ni revancha. Lo hablé con él. Uruguay abordó de un modo muy diferente lo que fueron los crímenes de la dictadura, más allá que, de todos modos atroz, no fue tan sanguinaria como en Argentina. No abordó la violación de DD HH, como lo hizo Argentina. Cuando le marqué que, siendo presidente, alguno de los que se sentaban en tu mesa como integrante de las FFAA, tal vez habían participado directamente o indirectamente de tu prisión, de tu tortura. «Nuestra victoria es que ellos estén sentados en nuestra mesa», me respondió. A él, a (Eleuterio Fernández) Huidobro y al Ruso (Mauricio) Rosencof los hicieron circular por distintos cuarteles y les hicieron los peores vejámenes. Tenía una mirada distinta, y yo no soy quién para juzgarla, la pueda compartir o no. Tenía las cicatrices en el cuerpo para poder sostener sus posiciones. Digo, no era un converso, era realmente un progresista, un dirigente de izquierda. Otros dirigentes que tienen la fe de los conversos, terminan hablando bien de todo porque dudan de su pasado.
-Un ejemplo de esto es la construcción del Frente Amplio. En estos tiempos nos vendría bien verlo como ejemplo de unidad.
-Un ejemplo de unidad en la diversidad en un Uruguay que también está muy fraccionado. Casi 50 y 50. El Frente con su base electoral en Montevideo y Canelones y el resto la coalición de blancos, colorados y otras fuerzas de centro derecha. Han construido en ese marco no sólo con la recuperación de la democracia, sino con antelación a la propia existencia del FA. Principalmente tres dirigentes que ya no están: el Pepe, más a la izquierda; Tabaré, en la centroizquierda; y Astori, más del centro. Se enfrentaron al desafío del trasvasamiento generacional. Y el último legado que dejó Pepe, es haber logrado que el FA ganara las elecciones y que Yamandú Orsi, parte del MPP fuera presidente. Le puso la fuerza que no tenía, ya estaba con cáncer. “En el Frente no sobra nadie”, siempre decía. Logrado sostener desde el Comunismo, muy importante en Uruguay, hasta expresiones más socialdemócratas, como pudo ser la de Astori. Todos confluyen. Siempre me repetía: “Más importante que el cacique es la fila de indios que vienen detrás”. Fue su compromiso. Tratar de sembrar en este mundo en el que por momentos se impone el discurso de odio, de crueldad, la antítesis de lo que intentó construir el Pepe.
Una vida de película o de novela, pero real
Más de dos decenas de libros se escribieron sobre el Pepe Mujica, además de documentales, películas y programas de TV. Desde biografías detalladas hasta análisis de sus discursos y entrevistas, ofrecen la mirada multifacética de un hombre de carne y hueso que trascendió las fronteras y se convirtió en un personaje ideal para una serie, una novela, millones de páginas y de fotogramas.
Uno de los primeros trabajos fue el de dos excelentes periodistas orientales, Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz. Una oveja negra al poder es considerada una de las biografías más completas y detalladas, desde su juventud en Tupamaros hasta su llegada a la presidencia. Un exhaustivo trabajo que explora su trayectoria, la prisión y su ideario.
Hay muchos más como Pepe Mujica: confidencias con Roy Céspedes, que también se trata de conversaciones íntimas entre ambos. En Mujica por Mujica, Miguel Ángel Campodónico recopila discursos, entrevistas y artículos del líder oriental. En El pensamiento de Mujica varios autores ofrecen sus ensayos que analizan su pensamiento desde diversas perspectivas y su legado. En Las flores de Pepe Mujica, también intervienen varios autores que aportan una serie de relatos, poemas y reflexiones.
“Fue un permanente constructor de puentes”, afirmó Pablo Cohen, el autor del último de los trabajos publicados hasta ahora: Los indomables. Y tiene la particularidad de que ahonda no sólo en la vida del Pepe Mujica sino también en su compañera, Lucía Topolansky.
En cine, la muestra más notable es la de Emir Kusturica, el director del título El Pepe, una vida suprema. El serbio comenzó su trabajo en 2013 y finalmente lo estrenó en el Festival de Venecia de 2018. Cuando le pidieron que defina al uruguayo, lo llamó “el último héroe de la política”.
Un documento muy doloroso de su vida y de su sufrimiento quedó reflejado en La noche de los 12 años, que realizó el director y guionista Álvaro Brechner, en el 2018. Relata los años de aislamiento y cautiverio que tuvo el Pepe junto a Eleuterio Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof entre 1973 y 1985. Fue protagonizada por Antonio de la Torre (El Pepe), Alfonso Tort (Huidobro) y el Chino Darín (Rosencof). Fue presentada en los festivales Internacional de Venecia y de San Sebastián.