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La Gran y Bella Ley de Trump

La Gran y Bella Ley de Trump


Ya podemos escuchar el rugido de los aviones de la Fuerza Aérea Norteamericana que se acercan a la Casa Blanca. Quizás algunos bombardeaban Irán hace unos días, lo que agrega contenido simbólico a la firma que Donald Trump estampará al pie de la Gran, Bella Ley (Big, Beautiful Bill Act como la bautizó). Es un acontecimiento político de magnitud: “es la ley más popular jamás firmada en la historia del país”, dice Trump, “lo que hicimos en poner todo en una sola ley. Nunca tuvimos algo así antes”, remata. Pasan los aviones, estampa la firma y la Gran y Bella ya es ley.

No fue fácil, los resultados fueron ajustados en el Senado, donde los 50 votos a favor y los 50 en contra merecieron el desempate del vicepresidente Vance, pues algunos republicanos votaron en contra. En la Cámara de Representantes (Diputados), los resultados no fueron tampoco holgados, con una mayoría de 218 contra 214, también con republicanos que votaron negativo. Por supuesto que todos los desleales serán castigados en sus territorios, donde la Casa Blanca ya prometió presentar candidaturas adversas. Algunos de Senadores y Representantes republicanos argumentaron el voto disidente con que la “Gran y Bella” impone un horizonte de catástrofe social.

Es que esta ley establece límites para el gasto (la inversión) de las reparticiones públicas federales, que no pueden superar la inflación; no contempla el financiamiento por impuestos de nuevas -o actuales- iniciativas. El imposible equilibrio presupuestario llegará por el recorte a las área sociales como educación o salud, que deberá ser asumido por los Estados, sin la correspondiente asignación presupuestaria, claro está.

En efecto, la “Gran y Bella” plantea recortes en los planes sociales desarrollados por el Estado. Medicare, por ejemplo, atiende las necesidades médicas de cerca de 70 millones de ciudadanos estadounidenses, en general adultos mayores y niños, mediante un sistema tan complicado como la coparticipación federal en Argentina. Aunque algo es algo. Medicaid, a su vez, es el seguro de salud destinado a los menores ingresos, donde confluye el nivel federal con la competencia de los estados, que comprende al sector público como al sector privado. Alcanza a 85 millones de personas. Estos programas fueron elaborados durante la presidencia del demócrata Lyndon B. Johnson, en el marco del proyecto de “Gran Sociedad” de los años sesenta, que terminó anegado en los pantanos de Viet-Nam. Así los derechos se convierten en negocios, en especial para las empresas de seguros que esperan y además financian campañas electorales. Los dioses tienen sed. y parece que también están sedientos del SNAP. ¿Qué es? Allá lejos y hace tiempo, en 1939, durante el gobierno de otro demócrata, Franklin D. Roosevelt, constataron un excedente alimenticio, al que vastos sectores de bajos ingresos no podían acceder por falta de dinero. La intervención del Estado en en el marco del “New Deal” fue proveer a los pobres de medios de pago -financiados por el erario público- para que pudiesen acceder a esas mercaderías. Contentos los agricultores que recibían el pago por la producción realizada, contentos los hambrientos, que podían comer, contento el gobierno que se ahorraba una crisis social, mucho más cara que cualquier otra opción, encima con una guerra mundial encima. Ese subsidio, también conocido como “food stamps” tuvo idas y vueltas, hasta que se lo llamó SNAP, y atiende las necesidades básicas alimentarias de 42 millones de personas.

Las estimaciones de impacto pueden variar, pero nadie descarta el agravamiento de la situación social de Estados Unidos. Quizás por eso “la Gran y Bella” reasigna consistentes créditos presupuestarios para financiar el muro fronterizo contra México, más fondos para el sistema penitenciario y mayores recursos para la policía de migraciones. En los hechos, presenciamos la realización de todos los prejuicios conservadores y todas las ambiciones financieras acumulados en Estados Unidos desde el New Deal, Culmina los sueños presupuestarios del establishment que fueron preparados con antelación, de las rebajas impositivas que Reagan regaló a los más adinerados, hasta la reforma bancaria con la que Clinton desreguló al sector financiero.

Por supuesto que hay críticas. Pero cuando afirman que habrá menos recursos para atender la situación de pobreza, la respuesta es que eliminará el despilfarro, el abuso y la corrupción; cuando critican los supuestos económicos del modelo propuesto contestan que el optimismo es parte del proyecto; cuando señalan que las quitas de impuestos favorecen a los ricos, entonces es porque eso estimula la producción y el empleo, cuando denuncian el aumento en 3 trillones de dólares del déficit fiscal en diez años, bueno, habrá citas bíblicas que expresan la preferencia divina por la “Gran y Bella”… ¿Qué pasará cuando descubran que ajuste tras ajuste no ajusta? Aunque también hay algo más. Desde finales del siglo XVIII, los llamados “Padres Fundadores” de los Estados Unidos establecieron una institucionalidad basada en el sistema de check and balances (traducido como frenos y contrapesos), de modo tal que ninguno de los poderes Ejecutivo, Legislativo o Judicial pudiese ser preponderante sobre los demás. Elaborando con posterioridad a la Revolución Francesa, el diseño también debía impedir la llegada al poder de una turbamulta popular. Hoy, ese modelo de división de poderes, frenos y contrapesos parece caduco, no por un aluvión zoológico popular sino por los sectores más pudientes, que diseñarán con violencia una sociedad para satisfacción propia. Fue en 2006 cuando Warren Buffet afirmó “Hay una lucha de clases, es cierto, pero es mi clase, la clase de los ricos la que hace esa guerra y la estamos ganando”. Una guerra Grande y Bella, como la Ley. Pasan los aviones.



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