Lo primero que llama la atención de Manssour Bin Mussallam es su castellano perfecto, hasta con un dejo caribeño en la entonación. Dice que siempre le atrajo América Latina y eso lo llevó a recorrer Cuba, México, y a interesarse en las culturas regionales. Que estas regiones son un espejo del mundo árabe. El joven saudita es secretario general de la Organización de Cooperación del Sur (OCS) vino para el Coloquio del Gran Sur que se desarrolló en la Universidad de Avellaneda y del que participaron intelectuales y dirigentes argentinos y latinoamericanos -entre ellos Jorge Taiana, Atilio Boron, Daniel Filmus y Ricardo Forster), aunque no vinieron todos los que estaban convocados de fuera del continente. “Los servicios consulares de la Argentina han rechazado a todos los participantes africanos e incluso a muchos de mi propio equipo en la OCS”, lamenta. Así, sin explicación oficial.
–¿Por qué razón considerás que nuestras regiones son como espejos?
–Somos dos regiones unidas más o menos por un solo idioma y una cultura similar con un deseo, un anhelo transgeneracional de unidad. Fracasó la unidad, pero el anhelo sigue existiendo. No hay otras regiones así. Como árabe, siempre me fascinó América Latina porque me reconocía en eso.
–¿A qué atribuís el fracaso de la unidad?
–Podría entrar en los temas históricos, pero yo creo que habría que hablar de herramientas y estructuras. Regis Debray dice que se habla cada vez menos de pueblo. Se habla de la gente, de la población. ¿Y cuál es la diferencia? Una población es el conjunto de individuos que ocupan un espacio. Un pueblo es una población que ha atravesado el tiempo y el espacio, y ya tiene una memoria colectiva y tiene custodia de una promesa de porvenir. La integración o la unidad requiere de fundar pueblo. Y para fundar un pueblo necesitamos tiempo. Desafortunadamente creo que todas las herramientas que hemos articulado en América Latina tal como en el mundo árabe tienen o han tenido el problema de surgir desde la afinidad ideológica o personal entre nuestros líderes.
–¿Cuál sería el problema?
–Cambia el gobierno y el gobierno siguiente, no del mismo bando, se retira de la herramienta y se acabó la integración. Las herramientas necesitan estabilidad, sobrevivir en el tiempo y fundar pueblo. Nos hemos limitado a los acuerdos entre los gobiernos y no hemos construido puentes entre los pueblos. Una de las propuestas que tenemos desde la OCS es el programa Freyre, (Framework to Reinforce Exchanges Between Youth and Regions Through Education, Marco para Reforzar los Intercambios Entre las Regiones y la Juventud Mediante la Educación). Es en honor por supuesto de Paulo Freire y es justamente como un Erasmus (el programa de intercambio de la Unión Europea) del sur. Para tener movilidad estudiantil entre nuestros tres continentes, cosa que ni siquiera existe en América Latina como tal, ni en África, ni en el mundo árabe. Somos una organización enfocada en el sur, en nuestros tres continentes, pero no somos dogmáticos. Hay que aprender también de las experiencias exitosas en el norte como a mi juicio es la UE, países que no comparten idioma. En la UE se habla inglés y no es el idioma de ninguno de los estados miembros.
–De uno que no quiso ser.
–Y entre países que en toda su historia se hicieron la guerra. Pero tuvieron éxito, ¿por qué? Porque no empezaron por acuerdo político, lo empezaron en términos económicos, pero además, e primer lugar se dieron cuenta de que si queremos competir necesitamos trabajar conjuntamente. Y segundo, Erasmus. Cuando un joven estudia en otro país por seis meses, se erige un puente sostenible que sobrevivirá a cualquier giro geopolítico. Y eso no supimos hacerlo en el sur, en América Latina, en el mundo árabe.
–Hablemos un poco de la OCS.
–La OCS nació en enero 2020, en una cumbre internacional en la República de Yibuti, fundada en aquel momento por 27 estados. Hoy somos 28 y hay algunos que en los próximos días cumplirán los procedimientos para sumarse. Son estados de América Latina y el Caribe, África, Asia, con la convicción de que necesitábamos una herramienta nuestra, un espacio nuestro como países para cooperar. Son tres continentes, la mayor parte de la humanidad, con una diversidad extraordinaria, que comparten entre otras cosas, una historia despojo, de resistencia. Compartimos una realidad de injusticia estructural y económica. Y tenemos anhelos y aspiraciones comunes de construir un mundo mejor. Existen espacios de cooperación, como el Movimiento de No Alineados, por ejemplo. Imprescindible, pero sin capacidad ejecutiva de implementar decisiones. El G-77 más China, un espacio importante, pero una coalición dentro del marco de la ONU para negociaciones. Nuestros estados llegaron a la conclusión de que necesitábamos una herramienta, una organización nuestra con una secretaría ejecutiva capaz de implementar los programas. Es una organización intergubernamental y multilateral que no tiene un Consejo de Seguridad donde unos pocos estados toman todas las decisiones a nombre de los demás. Es un proceso completamente democrático. Tenemos una ideología que es la de la transformación y no solamente la reforma de la realidad de nuestro mundo en lo que llamamos la construcción de una Tercera Vía de Desarrollo.
–Necesito una aclaración porque me suena mucho a la Tercera Vía de Tony Blair.
–Entiendo la confusión, de hecho creo que fue un error, una equivocación, usar la palabra Tercera Vía, cuando la intención era decir una alternativa.
–Acá te habrán hablado de la Tercera Posición.
–Sí, es algo similar, y de hecho, yo le he robado algo a Perón. Hay una carta de él donde define al peronismo como «un río en el que confluyen múltiples corrientes”. La Tercera Vía es esto, un río poderoso donde confluyen múltiples corrientes que discurren, soberanas pero simbióticas, hacia un mismo horizonte. Tenemos algunos principios, las soberanías que se mencionan en la Carta Meridional (su reciente libro) y un multilateralismo solidario, equitativo y de igualdad entre las partes. Dentro de ese marco, cada país, cada pueblo tiene que encontrar sus propios caminos. Uno de los principios que articulamos es la industrialización de alto valor agregado y el desarrollo endógeno. Por supuesto, no pretendemos que la OCS es el Alfa y el Omega. Necesitamos articular otras herramientas y una de ellas tiene que ver con la capacidad financiera. La OCS está trabajando sobre la creación del Banco de Desarrollo del Gran Sur. Necesitamos nuestras propias instituciones capaces de financiar nuestros proyectos como países.
–¿Qué diferencia tendría con el banco de los BRICS?
–Nuestro enfoque es principalmente en la cooperación sur-sur concreta, tangible, sin una dimensión excesiva de geopolítica. No hay que ser un gigante económico para involucrarse. El Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) es una herramienta interesante, pero sus estatutos no son muy distintos a los del Banco Mundial. Nuestra propuesta es otra, no en contradicción, sino en paralelo. Sería como el banco de los que creen en la equidad y la igualdad. Todos los bancos de desarrollo, en general, funcionan como las empresas privadas: el país que aporta más tiene más voto. En este banco, el 100% de sus acciones serán detenidas por la OCS misma. La Asamblea General de la OCS es la autoridad última del banco. No estamos intentando solo reformar el mundo, un cambio cosmético, sino cambiar las dinámicas subyacentes de injusticia, transformar nuestras sociedades. Necesitamos tener política en el sentido noble, hay que politizar. Y politizar no es hablarle a al pueblo. Es hablar con el pueblo, en el sentido de Paulo Freire, en el sentido pedagógico de conversar con el pueblo. Tenemos que reconquistar nuestra capacidad de soñar, tenemos que relegitimar el sueño dentro de la política, porque sin sueños no hay movilización y sin movilización no habrá transformación.
–La OCS también creó una plataforma para investigadores y científicos. ¿De qué se trata?
–Es una herramienta digital, GreSIS, (https://gresis.osc.int), para promover la cooperación entre investigadores del Sur Global. Está en su fase Beta, es de código abierto y brinda acceso gratuito a las universidades a una base de datos, a un repositorio de artículos, publicaciones transdisciplinarias. Se lanzó en febrero 2024 y hasta diciembre sumó más de 400.000 publicaciones y artículos. El objetivo es llegar a 3 millones en dos años. Usa inteligencia artificial para traducir instantáneamente en español, francés, inglés y árabe con una precisión de entre el 90 y 95 por ciento. No para decir «no necesitamos ya traductores humanos», pero sí permite superar la barrera lingüística inicial.