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Macron insiste con el renunciado Lecornu como primer ministro


La imagen no podría ser más clara para ilustrar el deterioro de la política francesa. Mientras el presidente Emmanuel Macron se presenta como uno de los mandatarios europeos capaces de enfrentar a Rusia y sostener el acuerdo entre Hamas e Israel, un liderazgo al que no lo convocan pero ansía con vehemencia, en Francia todo un circo. Así lo definió la «caudilla» de la ultraderecha, Marine Le Pen y, recogiendo el guante, la ministra de Transición Ecológica, Agnès Pannier-Runacher, pidió disculpas «por el circo que estamos viendo». Como a cada momento se agrega una más, esto sirve para cualquier momento en que se lo lea, ya que la última novedad es que el inquilino del Elíseo volvió a nombrar como primer ministro a Sébastien Lecornu, que días antes había sido desplazado por una moción de censura del Parlamento ante el rechazo mayoritario a un megaplan de recortes presupuestarios.

Macron pretende cauterizar una crisis política que se profundiza desde junio el año pasado, cuando la ultra Agrupación Nacional y la izquierda del Nuevo Frente Popular desplazaron a un tercer lugar a los candidatos oficialistas en las legislativas llamadas de improviso tras un resultado no menos adverso en las europeas. Desde entonces. Macron intenta “avivadas” parlamentarias para esquivar una nueva consulta popular que obture el estancamiento.

En enero del ’24 cayó la premier Élisabeth Borne, que había asumido en mayo del ’22. Fue sustituida por Gabriel Attal, que duró hasta septiembre. Su reemplazo, Michel Bamier, aguantó tres meses. François Bayrou fue el penúltimo conejo de la galera de Macron y tuvo que renunciar el 9 de septiembre pasado. Ahí entró en juego el que era ministro de las Fuerzas Armadas, Lecornu, tras varias semanas de infructuosas consultas con los partidos políticos, como es de rigor, para algún candidato de consenso.

No es casual que el designado fuera el hombre que debe encarar el programa de recortes presupuestarios, de unos 44.000 millones de euros. Se trata y siempre se trató de destinar fondos públicos al rearme. Pero resulta difícil de digerir para la población que semejantes ajustes terminen sirviendo para una guerra contra Rusia. Ya el canciller alemán, Friedrich Merz, había avisado en agosto que “el estado de bienestar tal como lo conocemos hoy ya no es económicamente sostenible con lo que estamos produciendo como economía nacional”. Macron no sólo no acepta disolver el Parlamento y renunciar, como le pide Le Pen, sino que insiste con el hombre que el lunes tuvo que renunciar por falta de apoyo legislativo.



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