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Con el Nobel en el bolsillo, Machado agita el clamor por la invasión de EE UU a Venezuela


En un contexto caracterizado por el indisimulado propósito de Donald Trump de acabar con el gobierno de Venezuela y acceder, al fin, a su petróleo, hay reconocidos activistas del terrorismo interno –la reciente Nobel de la Paz María Corina Machado y el “exiliado” Leopoldo López– que claman por una invasión militar norteamericana al territorio bolivariano. Aunque dicen que por una cuestión de celos políticos uno y otro no se toleran entre sí, la realidad los lleva por un mismo camino. Su lucha a favor de una invasión extranjera y su ruego para que se concrete ya, los puso en el candelero. A Machado por ser la receptora de un insólito  premio como defensora de la paz (ver aparte). A López por habérsele retirado la nacionalidad tras su enésima súplica por una intervención imperial.

El TSJ de Justicia de Venezuela tomó la decisión de quitarle a López todos los fueros de ciudadano tras recibir un pedido de la Asamblea Nacional para que actuara en esa dirección. El pleno legislativo reaccionó así tras que el dirigente golpista lanzara un “grotesco y criminal llamado a una invasión militar” de Estados Unidos. En un momento crítico para la soberanía y la seguridad nacional, López sentenció desde Madrid –donde reside bajo el manto protector del partido nazi Vox– que “ninguna negociación sirve ya para acabar con el gobierno” de Nicolás Maduro. Precisó: “El movimiento del Comando Sur y las acciones de la CIA deben avanzar hacia objetivos concretos dentro del territorio venezolano”.

López y Machado saben muy bien que están promoviendo la destrucción de su propio país y el robo de sus riquezas minerales. Basta repasar el impactante despliegue ordenado por el Pentágono para cercar al norte americano con el pretexto de combatir el narcotráfico. La semana pasada Trump envió al Caribe sur al Gerald Ford, el portaaviones más grande del mundo, equipado con 75 cazabombarderos y asociado al accionar de  tres destructores, un buque de reabastecimiento, una unidad de carga seca y una de la Guardia Costera. Sólo el Gerald Ford lleva 4600 tripulantes, a los que se deben agregar los miles de efectivos de las naves auxiliares. Todo eso sirvió para asesinar a unas 50 personas que navegaban en diez lanchas aparentemente dedicadas a la pesca.

En una llamativa y contundente posición que al menos debería ruborizar a Machado y a López, legisladores e intelectuales norteamericanos no comulgan con la actitud guerrera de Trump para encarar las relaciones con Venezuela y, cada uno desde su ámbito, se expresa  públicamente. Si bien no hubo rechazos contundentes en filas propias, muchos republicanos  advierten que el presidente se está llevando por delante las normativas constitucionales que establecen que para hacer un despliegue de tropas como el que enmarca el sitio actual sobre  Venezuela, debe existir una previa autorización explícita del Congreso.

Curt Milles, un analista político conservador, director de The American Conservative, cuestionó las medidas de Trump y advirtió que “se avecina una catástrofe evitable”. Explica que “eliminar a Maduro y a su gente es la parte fácil, lo difícil es evitar un colapso como el de Libia en un país que está a solo tres horas de vuelo de Miami”. Se refería a la disolución del Estado y el surgimiento de grupos y clanes que han convertido al país del norte africano en tierra de nadie.

Las acciones que les han merecido a Machado y a López el calificativo institucional de traidores a la patria vienen de lejos. Al menos desde 2014, cuando desde sus partidos Vente Venezuela y Voluntad Popular organizaron las guarimbas, barricadas que en un salto a las peores formas del terrorismo agregaron prácticas desconocidas. Como la extensión de cables de acero de vereda a vereda, para provocar el degollamiento de los motociclistas. Su generalización en las zonas dominadas por ambos llevó a la disolución de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), la alianza de 21 partidos que por entonces se mostraba partidaria de un diálogo con el gobierno.

Aquellos días de 2014 fueron decisivos en el futuro político de los dos sujetos en cuestión. Machado perdió su banca de diputada cuando la Asamblea Nacional la declaró formalmente como traidora a la patria. Todo porque el 3 de abril se presentó ante la OEA y asumió el rol de embajadora de Panamá para, desde ese curul extranjero, pedir una intervención militar de EE UU Unidos en su país. López, declarado traidor por sus pares de la MUD fue detenido y, expulsado del país. Lo acoge y protege la ultraderecha española. Cuando aún estaba en prisión la dirigencia opositora se desligó de él. “El abandono es lo que se merecen los traidores”, dijo el vocero de la MUD, José Medina. Agregó: «No existe ningún plan para sacarlo de la cárcel, simplemente porque él se inventó la prisión casi rogando que lo detuvieran para volverse un mártir”. 

          

No habrá Marcha de las Antorchas

Este año, como siempre lo han hecho, los noruegos no celebrarán el 10 de diciembre, el Día Universal de los DD HH, la jornada en la que desde 1901 se entrega el Premio Nobel de la Paz. Este año no se hará la Marcha de las Antorchas, un conmovedor acto en las calles de Oslo para desembocar en el Gran Hotel de la avenida Karl Johans, ante el Parlamento: allí los pacifistas saludan al laureado. No habrá candela en el elocuente acto de repudio a la premiada, la terrorista María Corina Machado, quien en 2014 comandó las guarimbas que se llevaron la vida de 43 de sus compatriotas, militantes de la Revolución Bolivariana.

El Consejo Noruego de la Paz, asociación de 17 organizaciones privadas, afín al oficial Comité Nobel, no realizará la simbólica procesión, lo que no impedirá que, aunque opacada por la repulsa mundial, la ceremonia se lleve a cabo. La Suite Nobel, la más lujosa de las 54 exclusivas del Gran Hotel está reservada para Machado. Además la esperan, guardados bajo siete candados, un diploma y medalla de oro más un cheque por U$S 1,2 millones con el que agrandará las ricas cuentas bancarias siempre bien surtidas por la ultraderecha occidental.

El anuncio del Consejo –que toleró los cuestionados galardones otorgados a Henry Kissinger y Barack Obama– marcó un hecho inusual en la historia del Nobel. Expresa la repulsa del pacifismo, al explicar en su decisión que la elegida no sigue los valores que proclama la entidad. «Nuestros miembros no creen que el ganador esté en consonancia con los lemas defendidos en más de 80 años de trayectoria en defensa del desarme, el diálogo y la resolución no violenta de los conflictos, valores que no existen en el ABC político de Machado”. Después de recibir la noticia (las acciones militares de EE UU en el Caribe sur ya se habían cobrado las primeras víctimas), Machado dedicó el premio a Donald Trump.

                                       



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