Nora Irma Morales de Cortiñas partiste hace un año y elijo llamarte así y no por tu cariñoso diminutivo, Norita, porque simbolizás a una de las heroínas de la Nación. Así, ojalá te nombraran en los libros de Historia, como partícipe de uno de los movimientos políticos más importantes del siglo XX: Las Madres de Plaza de Mayo.
Desde la desaparición el 15 de abril de 1977 de tu hijo Gustavo, no paraste. Sujeta a los mandatos patriarcales, pasaste de ser una típica ama de casa que andaba en patines de franela para no rayar el piso. También abandonaste tu profesión de modista y te convertiste en una militante de tiempo completo en la defensa de los Derechos Humanos ante la complicidad y la apatía de una parte de la sociedad civil frente al genocidio. Y hasta tus últimos días exigiste de viva voz por la apertura de todos los archivos de la dictadura.
Estuviste entre las veinte madres que firmaron el acta para la conformación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo el 22 de agosto de 1979 con Hebe Bonafini como presidenta. En enero de 1986 fuiste una de las principales propulsoras a la creación de las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, porque interpretaste que era necesario renovar la lucha con una perspectiva política más amplia y ajustar algunos procedimientos institucionales.
El huracán Nora

Foto: Gentileza Prensa Obrera
En tu casa de Castelar desde temprano los teléfonos no dejaban de sonar en un repiqueteo incesante. En el último tiempo dormías un poco más, esas piernitas vivarachas se habían aquietado, ya habían quedado atrás hace mucho los viajes en el tren Sarmiento hasta Once. Eso sí, nunca tuviste secretaria que te manejara la agenda, vos misma chequeabas tus compromisos y les decías que el mismo día llamaran para confirmar.
La uruguaya Marisa, pareja de un expreso político, llegó a tu casa a finales de la pandemia en 2022, al principio solo para acompañarte por pocas horas, te resistías a vivir con alguien hasta que finalmente consentiste en 2023. Luego vendría a vivir Teresa, paraguaya. Los fines de semana estabas con Nora, tu tocaya, que te acompañaba a las múltiples actividades.
Con Marisa hicieron muy buenas migas y fue testigo de los dimes y diretes políticos por los actos del 24 de marzo. Te preocupaba la división con los dos actos y, por ende, dos documentos y dijiste en el 2019 en el centro clandestino El Atlético: “Cada 24 ¡cuánta malasangre! y ustedes ven que se lee el documento y pasa y se pelean como perro y gato y dicen: Estuvimos reunidos hasta la 1 de la mañana discutiendo un punto y una coma. ¡Para qué carajo me pregunto yo!”.
Una de tus preocupaciones domésticas primordiales era que el lavarropas funcionara y que el tendido de la ropa fuera ordenado. Otra era el cuidado del jardín, que hasta donde te dieron las fuerzas te ocupaste de tus plantas. En la pandemia, Mauricio, compañero del colegio de tu hijo desaparecido, te enviaba viandas con comida que él mismo preparaba. Nora siempre decía que las madres no estaban solas y recibiste a lo largo de tu vida de docencia militante, afectos e infinitas solidaridades y convocabas a una parte de la juventud que te seguía a rebelarse.
A algunas actividades no faltabas nunca: una de ellas era la misa en memoria del Padre Carlos Múgica, asesinado el 11 de mayo de 1974 a la salida de la iglesia San Francisco Solano en el barrio de Villa Luro. Gustavo Cortiñas nació casualmente el mismo día de 1952. Tu presencia allí era cómo una forma de duelar su ausencia. Ibas siempre acompañada con Antonia Canizo, compañera de trabajo de tu hijo en la Comisión Nacional de Valores y quien lo introdujo a Gustavo en la militancia territorial en la Juventud Peronista en la Villa 31 de Retiro a finales de 1971.
Nora, se te extrañó este 24 de marzo. Eras impuntual, corrías de una actividad a otra, pero siempre llegabas. Hacerte cambiar de opinión era difícil pero cuando lo hacías: cumplías. Un rasgo distintivo fue tu perseverancia y fidelidad a las personas y a las múltiples luchas: solidaria con los “rotos”, los dolientes.
Si hasta tenés un museo con tu nombre en la villa 31 en Retiro, son los que siempre te vieron llegar de a pie o en silla de ruedas con tu sonrisa iluminada, esa de siempre, con el infaltable pañuelo blanco, el verde en la muñeca izquierda y la foto de la ausencia, la de Gustavo, tu hijo, que te acompañó a lugares recónditos de la Argentina y también cuándo te abriste al Mundo.

Tenías una memoria prodigiosa y establecías una relación singular con cada ser humano. Al igual que otras madres, fuiste injuriada, vapuleada, basureada, denostada y hasta golpeada. A los que te pedían sacarse fotos les decías que fueran los jueves a la plaza. Tenías un humor chispeante y como otras mujeres de tu generación podías pintarte los labios con rouge sin necesidad de un espejo.
Se extraña esa especie de número de stand up que hacías con Mirta Baravalle -fallecida este año- cuando no se ponían de acuerdo en la plaza en algunas cuestiones. Queda Elia Espen como continuadora de ese ritual de círculos hasta el infinito para llenar ese agujero que significa la desaparición. Nora, por tu coherencia, ética, don de gente y el no transar, fuiste hasta el final una perseverante sostenedora junto con otras madres y un grupo de apoyo de la ronda de los jueves.
Naciste en el Día del Agua, un elemento vital, el 22 de marzo de 1930, una de las tantas luchas que levantaste, y te fuiste el 30 de mayo de 2024, un jueves de la plaza, donde descansan debajo de un ceibo tus aguerridas cenizas. Decías que la plaza era mágica. ¿Y vos no lo eras? Sino que lo diga el texto del perfil de tu cuenta en el celular: “Estoy a disposición para escucharlos y contactarnos, espero responder con todo mi amor”.