La historia se repite, sostenía Hegel; una vez como tragedia y otra como farsa, reafirmaba Marx. Pareciera ser que el devenir de la política argentina no escapa a ese apotegma. Es que la historia nacional se vuelve a encontrar con su pasado, así como en octubre de 1945, las élites conservadoras, en alianza con poderes fácticos como las Fuerzas Armadas y el imperialismo norteamericano, intentaron desplazar a Perón del escenario político, con un juego estratégico de la Corte Suprema de esa época, que quería asumir el Poder Ejecutivo para acabar con la política social desplegada desde la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Si bien la embestida logró sacar a Perón del triple cargo que ocupaba (Vicepresidente de la Nación; Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Presión, quizás éste el cargo más importante) y lo llevó a la Isla Martín García, la espontánea movilización obrera, del 17 de octubre de 1945, revirtió el devenir de esa tragedia y abrió paso a un proceso electoral que catapultó a Juan Domingo Perón a la Presidencia de la Nación, dejando a Argentina con un proyecto en constante presente.
Ahora, la historia se repite nuevamente, trás un acuerdo espurio de las actuales élites conservadoras y neofascistas, apuntaladas por una Corte Suprema constituída por un Triunvirato sin escrúpulos y de dudosa legitimidad, condenan a la principal referente del arco opositor popular, a fin de evitar que participe en las elecciones legislativas de éste año, sencillamente provocando una proscripción que intenta limitar la expresión democrática de los sectores populares.
Quizás, Cristina Fernńdez esté ante el desafío de abordar un proceso de movilización que genere su propio 17 de octubre, donde las organizaciones políticas, sociales, sindicales y populares tienen la responsabilidad de provocarlo para revertir la injusticia en el cual ésta farsa intenta impedir que se exprese la voluntad popular.
De no lograrlo, podría suceder otra farsa similar a lo que le ocurrió a Luiz Inacio Lula Da Silva en Brasil, quien fue acusado de recibir un departamento como coima y enjuiciado espuriamente, sin pruebas y sólo con la “convicción” mafiosa del Juez brasileño Sergio Moro, que dejó encarcelado por 580 días al líder más importante de la izquierda mundial y allanó la victoria del neofascista Jair Bolsonaro. Cabe señalar que a Lula le ofrecieron claudicar su candidatura y habilitar un exilio a fin de “conceder” su libertad. Algo que el dirigente se negó y afrontó con hidalguía el destino.
Lamentablemente, ese es el escenario que podría sucederle a Cristina Fernández, atento a que tomó la misma actitud de Lula, no claudicar y afrontar el embate, como lo hizo su par brasileño. Incluso, la detención de Juan Grabois el fin de semana pasado, puede mostrar la alevosa intención del establishment de imponer su proyecto hambre y represión.
Así, las organizaciones políticas, sociales, sindicales y populares tienen un doble desafío, de frenar el avance y embestida del gobierno neoliberal de Javier Milei junto a reorganizar su esquema político a fin de procurar el regreso de su líder política, tal como sucedió con Lula, o en su defecto propiciar una coalición de gobierno con un referente político que permita garantizar su libertad y, con ella, la posibilidad de una manifestación de la expresión popular.
Con ese firme desafío, es que es necesario pensar a todos los que estén en la vereda de los derechos humanos, de los derechos políticos, de los derechos sociales y de la inclusión social, en la tarea de aunar esfuerzos en forma concatenada, en forma articulada, en forma solidaria, a fin de generar y revertir esta injusticia política. Con ese horizonte, el pueblo argentino podrá marcar nuevamente el camino de nuestra historia.