Cuando ocurrían las exequias del periodista Jacobo Timerman en Buenos Aires, en 1999, el rabino que las oficiaba dijo: “Ha muerto el argentino judío más importante del siglo XX”.
En efecto, fue un gran intelectual periodista que entre sus libros escribió uno que recobra actualidad ante los acontecimientos de Gaza, Cisjordania y la guerra entre Israel e Irán. Ese ensayo “Israel; la guerra más larga” fue escrito a propósito de las matanzas de Sabra y Shatila, en el Líbano, ejecutadas por Estados Unidos e Israel en 1982.
Su autor estaba exiliado en Israel a causa de la sangrienta dictadura argentina y por publicar ese libro fue expulsado de Israel. En ese libro, Timerman denunciaba cómo la cúpula política de Israel había roto el contrato moral que fue la partida de nacimiento del estado hebreo después de la Segunda Guerra Mundial y el holocausto que ejecutó el nazismo en Alemania y en la Europa ocupada por Adolf Hitler.
Señalaba Timerman que esa elite sionista extremista que gobierna Israel había convertido al estado hebreo en supremacista, expansionista y militarista, que pretendía exterminar al pueblo palestino y vivir en guerra con las naciones islamistas.

Lamentablemente no conozco un libro semejante sobre los acontecimientos en Irán que explicite por qué no pudo afirmarse un curso nacionalista y democrático como el del gobierno de Mohamed Mosaddeq. Fue derrocado a mediados del siglo XX por las compañías petroleras inglesas y estadounidenses que propiciaron el retorno del Sha y su sangriento y corrupto régimen hasta que la revolución islamista impuso el régimen teocrático de los ayatolas y el Sha se asiló en México.
Hoy dos gobiernos con tendencias autoritarias y militaristas que se enfrentan política y militarmente. Ambos declaran que quieren propiciar el cambio de régimen en la otra nación. Sin embargo, como la sociología de la historia enseña, sólo los pueblos hebreo y persa serán los que definan el tipo de régimen y gobierno que lidere sus países.
Benjamín Netanyahu tiene serias acusaciones en Israel de corrupción y para él la guerra con Iran es una huída hacia adelante para evitar una destitución parlamentaria por corrupción.
El régimen teocrático de Irán, según algunos medios, tiene una creciente oposición entre jóvenes y mujeres. La guerra le permite galvanizar la unidad nacional y posponer demandas de modernización cultural.
Netanyahu está acusado de genocidio en Gaza, donde el ejército hebreo ha asesinado a 54 mil gazatíes, entre ellos 14 mil niños. Alemania, Inglaterra, Francia emiten inexplicables comunicados reconociendo el derecho de Israel a defenderse, pero no dicen sobre el por qué Israel quien empezó los ataques a Irán y asesina gazatíes hace varios meses.
El gobierno de Donald Trump en Estados Unidos está indeciso sobre si involucrarse directamente en la guerra junto a Israel.
Tiene serios problemas internos por sus autoritarias acciones en materia migratoria. En el Congreso de Estados Unidos Bernie Sanders y otros parlamentarios de ambos partidos impulsan un proyecto de ley para reafirmar lo que dice la Constitución sobre la necesidad de la aprobación por el Congreso para ingresar en una guerra formal.
China, Rusia, Turquía, Brasil, países del BRICS, y veinte naciones islámicas han condenado la iniciación de esta nueva guerra de Netanyahu con el pretexto de que Irán tenía lista su bomba atómica. Es un asunto que ha sido desmentido por la agencia de la ONU y por agentes de inteligencia de Estados Unidos.
Ese polo geopolítico que expresa al mundo multipolar demanda que Israel e Irán encuentren una solución negociada y se termine una guerra que puede incendiar otra vez al Medio Oriente.
Netanyahu es la reproducción ampliada de los líderes del sionismo extremista que Jacobo Timerman denunció como autores de la ruptura del contrato moral que alumbró el nacimiento del estado de Israel como patria de los judíos otrora perseguidos.