Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la implosión de la experiencia de modernización de la Rusia soviética con economía centralmente planificada generó primero un orden internacional unipolar que al poco tiempo implosionó también por inviable y desde entonces se fue conformando un orden multipolar que sigue expandiéndose como se expande el universo, sin que nadie pueda predecir su futuro. En el orden bipolar la bandera del occidente colectivo era el anticomunismo. Desaparecida la U.R.S.S. la nueva bandera es la rusofobia.
En el orden internacional del siglo XXI destaca la hegemonía de tres grandes potencias. Los Estados Unidos de América líder del occidente colectivo. Están también China y Rusia, líderes tecno-económico, el primero, y tecno- militar, el segundo, del orden multipolar en expansión.
En el occidente colectivo está década 2020-2030 es un tiempo de infamia con actores estelares, secundarios y terciarios. En esta nota destacamos aquellos que mediáticamente son tendencia en julio del 2025.

La élite política dirigente de Estados Unidos protagoniza una confrontación aguda entre demócratas y republicanos, como oposición y gobierno. El gobierno de Donald Trump califica al ex Presidente demócrata Barack Obama de golpista fracasado al crear el “rusiagate” para deslegitimar la victoria de Donald Trump sobre Hilary Clinton en 2016. Por cierto ni siquiera menciona el trumpismo el golpe de estado de Obama y Hilary en Honduras porque en el hegemonismo bipartidista estadounidense un estado centroamericano no merece ser siquiera parte de sus relatos confrontatorios.
Los demócratas acusan a Trump de débil con Vladimir Putin, presidente de Rusia. También por usar los aranceles caóticamente, por violar diariamente los derechos humanos y convenciones internacionales con su política de criminalización de los migrantes, calidad que tuvieron el abuelo de Trump y el padre de Obama en Estados Unidos.
La verdad de la historia es que los presidentes demócratas William Clinton , Barack Obama, Joe Biden, expulsaron millones de migrantes indocumentados, pero no hicieron de la condición de migrante indocumentado un sujeto social criminal ni pusieron cuotas diarias de expulsión como metas de la eficacia gubernamental, como si hace en el gobierno de Trump una señora que se promueve con imágenes ridículas de heroína hollywodense de westerns.

Otro actor estelar de este tiempo de infamia es Benjamín Netanyahu y la élite israelita que se ha propuesto destruir físicamente al pueblo gazatí. Ya han asesinado cerca de 60 mil personas, la tercera parte de ellos niños, en uno de los genocidio más monstruosos de los últimos 80 años. Recientemente la Knesset, el parlamento israelita, ha aprobado la anexión territorial de Cizjordania como objetivo del estado hebreo.
Con el apoyo bipartidista de la élite estadounidense, la clase política israelita se propone incendiar el Medio Oriente sin que le importen las declaraciones de la ONU, institución cada vez más ornamental por divorciada de las realidades geopolíticas del siglo XXI.
Actores secundarios de este tiempo de infamia son en Latinoamérica Nayib Bukele y Javier Milei. Bukele presta las cárceles de su país para que el gobierno norteamericano encierre migrantes expulsados. Milei calla ante el potencial embajador estadounidense en Argentina Peter Lamela, que hizo declaraciones desvergonzadamente intervencionistas, con el claro propósito de convertirse en el Spruille Braden del siglo XXI, cuyo descarado intervencionismo en 1945 facilitó la primera victoria electoral de Juan Domingo Perón quien en su campaña electoral proclamó la consigna nacionalista de “Braden o Perón”.

En Europa el actor secundario más peligroso y ridículo es Volodímir Zelenski, capo de una mafia que acaba de cerrar oficinas estatales anticorrupción acusándolas de estar influenciadas por Rusia.
El autócrata fracasado que ilegítimamente ejerce la presidencia de Ucrania con funciones autoprorrogadas, debe meditar en lo ocurrido recientemente con la familia de Augusto Pinochet en Chile, sentenciada por un juez chileno a devolver la simbólica suma de 16 millones de dólares de las decenas de millones que Pinochet robó.
El sanguinario y corrupto dictador chileno prolongó su permanencia en el poder casi 20 años en tiempos de la guerra fría, envuelto en la bandera del anticomunismo. Zelenski difícilmente sobrevivirá mucho tiempo en el poder usurpado desde 2024, envuelto en la bandera de la rusofobia.
Los miles de vidas de ucranianos ruso parlantes del Donbass asesinados bajo el mando de Zelenski, las miles de vidas de los ucranianos ucrano parlantes muertos en la guerra con Rusia, los millones de dólares robados por Zelenski y su mafia de la multimillonaria ayuda del occidente colectivo, son la deuda que el capu di mafia tendrá que pagar en vida.
Zelenski también ha destruido todos los monumentos a los soldados rusos que liberaron a Ucrania del nazismo alemán y del fascismo ucraniano liderado por Stepán Bandera. Esa es una psicopática manera de negar la historia.

Foto: Sergei Supinsky / AFP
Una actriz de tercera en este tiempo de infamia es la alcaldesa de la comuna Cuauhtemoc Alessandra Rojo de la Vega en la ciudad de México, quien ha retirado los monumentos de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara de un parque en la colonia Tabacalera, donde se conocieron y dialogaron cuando esas figuras de la historia cubana llegaron a México. Uno de ellos huyendo de la dictadura de Fulgencio Batista y el otro escapando de la dictadura que tomó el poder en Guatemala después de que la invasión auspiciada por Estados Unidos que había derrocado el gobierno legítimo de Jacobo Arbenz.
Volodímir Zelenski y Alessandra Rojo de la Vega no entienden que es el respeto a la verdad histórica. El uno por la psicopática rusofobia y la otra por el torpe oportunismo que pretende lograr alguna figuración pública como “le enfan terrible” del PAN.
Si estos actores secundarios y terciarios de este tiempo de infamia hubiesen ejercido alguna vez la alcaldía de Londres habrían retirado de la Abadía de Westmisnster la tumba de Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución biológica de la vida, opuesta a la teoría de la creación divina de la vida en el planeta. Algo que ni el Papa Francisco, ni el Papa León XIV alentarían por inteligente respeto a la diversidad de cosmovisiones.