Se lo nota nervioso a Benjamín Netanyahu. Todos los días debe salir al ruedo para explicar algunos de sus actos, lo que podría ser una prueba de que su estrella se está apagando. Por si hiciera falta alguna otra evidencia, la brutal ofensiva sobre Gaza y los últimos ataques de colonos en Cisjordania contra la población local expresan desesperación no sólo del primer ministro sino de su gabinete ultraderechista, cuando aliados tradicionales de Israel se bajan del barco a las apuradas. Por mencionar algunas defecciones recientes, el gobierno británico suspendió negociaciones de libre comercio con Tel Aviv y sancionó a colonos ilegales y a entidades relacionadas con la ocupación de territorios palestinos, mientras que la Unión Europea anunció que “revisará su acuerdo de asociación con Israel en base al artículo 2, sobre DD HH y la defensa de la democracia”. Donald Trump, el principal sostén del régimen israelí, da señales cada día más claras de que le soltó la mano y avanza en negociaciones comerciales con las monarquías árabes y, tras la firma de un alto el fuego con el grupo yemenita Ansar Alah, deja sin protección a los buques que crucen el Mar Rojo con destino a Israel. Al mismo tiempo, mantiene conversaciones con Irán por un acuerdo nuclear, también apurado porque la Casa Blanca teme alguna trapisonda israelí que empioje las cosas.
El lunes, Francia, Canadá y Gran Bretaña publicaron un comunicado advirtiendo a Netanyahu sobre la “desproporcionada” operación militar en Gaza y llamando a “permitir de inmediato la entrada de ayuda humanitaria”. Organismos internacionales ya habían señalado el riesgo que corrían unos 14.000 niños de morir de hambre por el bloqueo israelí, lo que sumado a los más de 53.000 muertos tras el ataque de la resistencia islámica del 7 de octubre de 2023 –que había causado 1200 víctimas fatales y la captura 251 rehenes– más declaraciones siniestras de algunos de los ministros más agresivos del gobierno llevaron a que la Corte de La Haya pidiera la detención de Netanyahu y el extitular de Defensa Yoav Gallant por crímenes de lesa humanidad.
Keir Starmer, el inquilino de Downing Street 10, informó el martes la suspensión de negociaciones comerciales y detalló sanciones contra la lideresa de los colonos en Cisjordania, Daniella Weiss, cuyas declaraciones de tinte racista contra la población palestina ya había sido objeto de castigos desde hace más de una década. «No les damos comida, no les damos nada a los árabes; tendrán que irse. El mundo los aceptará», declaró alguna vez esta mujer de 80 años que ostentó el cargo de alcaldesa de Kedumim, un asentamiento ilegal. Junto con ella, fueron penalizados Zohar Sabagh, otro colono; Harel Libi, propietario de la constructora que lleva su nombre y que también está en la lista. Libi está acusado de amenazas y actos de intimidación contra palestinos. Las sanciones se extienden a las firmas, Coco’s Farm y Nachala e incluyen congelamiento de activos, inhabilitaciones y prohibición de ingreso a sus integrantes.

El discurso de Weiss, de fuerte tono supremacista, es similar al del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, del Partido Sionista Religioso, y al del extitular de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, de la agrupación Poder Judío, quien renunció en enero pasado en rechazo a las negociaciones que llevaba a cabo el primer ministro para un alto el fuego. O sea, se fue porque Netanyahu le pareció blando. El problema para el jefe del gobierno más derechista en la historia israelí es que si también se le va Smotrich se queda sin sustento y debería llamar a nuevas elecciones.
El clima interno no es precisamente el más favorable para volver a las urnas, ya que aparecen con más frecuencia voces de peso que cuestionan el rumbo de la gestión, habida cuenta de que todavía hay unos 70 rehenes y las familias reclaman por su vida. La respuesta del oficialismo es que incrementando la ofensiva los van a rescatar. A principios de mes, el Gabinete aprobó la Operación Carros de Gedeón que, según Netanyahu, ingresó estos días en la fase final: la ocupación total de Gaza y el desplazamiento de su población. Pero este lunes, el ex subjefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y líder del partido Los Demócratas, Yair Golán, lanzó un mensaje que caló hondo en la sociedad. «Un país cuerdo no asesina a bebés como pasatiempo», dijo, recordando las raíces humanistas del judaísmo. La respuesta de Netanyahu fue feroz: “Mientras libramos una guerra multisectorial y lideramos complejos esfuerzos diplomáticos para liberar a nuestros rehenes y derrotar a Hamas, Golan y sus amigos de la izquierda radical se hacen eco de los más despreciables libelos de sangre antisemitas contra los soldados de las FDI y el Estado de Israel”. Golan recibió el apoyo de un exprimer ministro, Yehud Barak, quien argumenta que Netanyahu apuesta la extensión de la guerra para mantenerse en el poder, por lo que llamó a derrocarlo «antes que nos arrastre a todos a un abismo de oscurantismo autoritario y corrupción».
El asesinato el miércoles de dos empleados de la Embajada de Israel en Estados Unidos en Washington dio pie a que Netanyahu y algunos de los gobiernos afines culparan al antisemitismo creciente en Occidente. El sospechoso de haber baleado a Yaron Lischinsky y Sarah Lynn Milgrim fue detenido de inmediato. Se trata de Elías Rodríguez, de 30 años, nativo de Chicago. «Hice esto por Gaza. Palestina libre», dice la policía que dijo.
No está claro que el gobierno caiga por el empuje interno y hasta las señales del corrimiento supremacista de la sociedad se instaló en el discurso cotidiano, como corroboran Adam Raz y Assaf Bondy en el libro El léxico de la brutalidad. Destaca el diario israelí Haaretz que entre los términos analizados figuran “Segunda Nakba” o “Nakba de Gaza”, “despoblación”, “emigración voluntaria”, o “amalecitas”, a quienes Dios ordenó exterminar, según la Biblia, para referirse a los palestinos. Los autores analizan también videos posteados por soldados ufanándose de saquear viviendas, algo de lo que los protagonistas de la Nakba de 1948 no hubieran estado orgullosos, destacan.