Internacionales

La crisis Rusia-Azerbaiyán, un escenario clave de la guerra contra los BRICS


Se aceleran los profundos movimientos geológicos en el Asia Central donde hoy por hoy se desarrolla la gran batalla por el futuro del mundo en el resto del siglo XXI. Y mientras el presidente Donald Trump -a los tumbos pero con un sesgo que se va vislumbrado muy poco diferente al de su antecesor- dice ahora celebrar la respuesta del movimiento de resistencia palestino Hamás a su propuesta de alto el fuego en Gaza, crecen las tensiones entre Rusia y Azerbaiyán, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se ofrece para mediar en este conflicto puntual pidiendo “moderación” a las partes. A todo esto, en Río de Janeiro comienza la XVII Cumbre de los países BRICS a la que no asistirán Vladimir Putin -por la incertidumbre sobre como actuaría la justicia brasileña ante el pedido de captura del TPI- ni el presidente chino, Xi Jinping.

La crisis entre Moscú y Bakú se desató a partir de la muerte bajo custodia de dos hermanos que habían sido detenidos días antes en la ciudad rusa de Ekaterimburgo por su presunta participación en varios asesinatos cometidos en hace unos 15 años, Huseyn y Ziyaddin Safarov. Las detenciones se habían producido en el marco de una redada contra un centenar de nativos azeríes de nacionalidad rusa y la captura del líder de la diáspora, Sajín Shijlinski. Como respuesta, siete periodistas de la agencia rusa Sputnik en Azerbaiyán fueron detenidos en ese país post soviético, que fueron liberados tras ásperas negociaciones entre ambas naciones. Las relaciones entre los dos estados fueron pasando de una alianza estratégica basada en un pasado como parte de la Unión Soviética a una tensión creciente.

El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev -nacido, criado y educado en instituciones de la URSS- mantiene sólidas relaciones con el primer ministro Benjamín Netanyahu y desde por lo menos 2009 hay acuerdos de cooperación muy estrechos con entre el país hebreo y el musulmán. Bakú, en la práctica, es un fuerte aliado de Tel Aviv y en Irán acusan a ciudadanos azeríes de ser parte de los espías al servicio de la Mossad que aportaron información clave para los ataques contra objetivos iraníes del 13 de junio pasado. Ese frente Aliyev-Netanyahu es una amenaza fuerte contra no solamente Irán sino especialmente en una estrategia que se enfoca contra los países BRICS, ya que el país persa es un nudo neurálgico en la región no solo por su ubicación geográfica sino por sus riquezas energéticas. Y se sumó al grupo de países emergentes en enero de 2024, en esa tanda de la que el gobierno paleolibertario argentino se negó a participar.

Unos días antes de la ofensiva israelí llamada León Naciente, había hecho su viaje inaugural el ferrocarril entre Teherán y Xi’an, en China, un monumental proyecto para el transporte de cargas. Demora 15 días en recorrer los cerca de 8000 kilómetros de extensión, contra 40 de un traslado por barco. Al mismo tiempo, Beijing anunciaba el 30 de junio la partida desde Fangshan del primer tren con carga hacia Europa, con destino a Bakú. Es un servicio multimodal a través del Mar Caspio que sale de un distrito al suroeste de Beijing, pasa por el puerto de Horgos, en Xinjiang, atraviesa Kazajistán, cruza el Mar Caspio en transbordador y continúa por tierra hasta Bakú. Parte de la carga se distribuye después, detalla un cable de la agencia Xinhua, en Georgia, Turquía y Serbia. Ejemplos más que claros de cómo se desarrolla la guerra entre las talasocracias -regímenes basados en el control de los mares- y las telurocracias, con preminencia en los territorios, el trasfondo de estas antiguas disputas geopolíticas ancestrales en esa parte del mundo, como insiste el filósofo ruso Alexandr Dugin.

De allí la importancia de la partida que se desarrolla en aquellas regiones. La ofensiva contra Irán intenta romper la alianza con Rusia y China, y fundamentalmente, es la primera guerra contra los BRICS, en una maniobra que busca “fragmentar sus componentes y minar las bases de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), elementos fundamentales de la nueva globalización con características chinas”, como señala Javier Vadell en el portal de Tektónikos. Y en esta movida, Erdogan no quiere quedarse afuera. Por eso coquetea con Occidente dentro de la OTAN, pide moderación a Moscú y Bakú -luego de un acuerdo complicado para la paz entre Azerbiayán y Armenia por Nagorno Karabaj- y mantiene acuerdos con Israel, al tiempo que acusa a Netanyahu de haber convertido al Medio Oriente en «un baño de sangre». El Ejército de Israel a su manera se hace cargo cuando el viernes dijo que las FDI mantienen el control operativo del 65% de la Franja de Gaza, casi lo que avisaron en marzo que pensaban completar cuando rompieron unilateralmente el alto el fuego que había negociado Trump al asumir su cargo, el 20 de enero. Que ahora el inquilino de la Casa Blanca desde el avión Air Force One proclame un posible nuevo acuerdo con Hamás suena a demasiado aventurado. «Tenemos que hacer algo con Gaza porque de lo contrario esta gente se va a encontrar con un gran, gran problema», agregó Trump. En un comunicado, Hamás dijo que está dispuesto a volver a una mesa de negociaciones, pero no da más certezas.

En el otro escenario clave, el este de Europa, el presidente Volodimir Zelenski mostró alivio con la promesa de Trump de “reforzar los cielos” de Ucrania. Fue luego de una conversación telefónica que pidió el mandatario para reclamar por el anuncio de que EEUU dejará de entregar armamento a Kiev. Esta semana, el empresario inmobiliario tuvo otra extensa charla telefónica con Putin de la que no se conocieron detalles pero no fue fructífera, como reconoció el propio Trump. Que desde el mismo avión presidencial declaró que “Putin quiere llegar hasta el final y seguir matando gente. Eso no está bien. Nada bien. No estoy contento».

El pedido de terminar con la guerra en Ucrania y el anuncio de que se limitaría en envío de armas a Kiev puede sonar a una forma de presionar para alcanzar la paz por el deseo de Trump de “no ver morir a 5000, 6000, 7000 soldados cada semana, rusos o ucranianos, más los civiles». Pero mucho más a que los arsenales de la OTAN y de Estados Unidos se están vaciando a niveles preocupantes para los estrategas militares.

La crisis Rusia-Azerbaiyán, un escenario clave de la guerra contra los BRICS
La cumbre de Río de Janeiro ante la «insignificancia» de la ONU, según Lula

El presidente Lula da Silva estuvo especialmente “picante” este sábado, en la previa a la XVII Cumbre de los BRICS, que comienza este domingo en Río de Janeiro, y como para poner en negro sobre blanco, dijo en primer lugar que la Organización de Naciones Unidas se convirtió en una institución tan insignificante que no fue capaz de lograr un acuerdo que paz que evite el «genocidio» en Gaza. «La ONU fue capaz de crear el Estado de Israel, pero no es capaz de crear el Estado palestino», dijo en su discurso de apertura la reunión del Nuevo Banco de Desarrollo, el banco de los BRICS (NBD).

Ya que estaba con el micrófono, el mandatario brasileño dijo que los mismos liderazgos que no pueden poner fin a la matanza «de mujeres y niños inocentes en Gaza» se muestran incapaces de tomar decisiones económicas que afectan al global de la comunidad internacional. La titular de la entidad crediticia de los BRICS, Dilma Rousseff señaló que los países tengan la suficiente soberanía como para definir de qué manera estimular el crecimiento de sus naciones. «Los países del Sur Global, los miembros de los BRICS, tiene el derecho y la capacidad de definir sus propios caminos de desarrollo», dijo.

En otra intervención, en el Forum Empresarial de la organización fundada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, Lula da Silva pidió a los empresarios que defiendan el sistema multilateral de comercio y reformar la arquitectura financiera internacional. «Ante el resurgimiento del proteccionismo los BRICS siguen siendo garantes de un futuro prometedor», replicó.

Este encuentro presidencial, del que no será de la partida Vladimir Putin, ni Xi Jinping ni el jefe de estado egipcio, Abdelfatah El-Sisi, tiene como lema “Fortaleciendo la cooperación del Sur Global para una gobernanza más inclusiva y sustentable”. Y llega en un momento en que el occidente encolumnado detrás de Donald Trump se convirtió en una amenaza, y no solamente política.

De hecho, el esquema de aranceles que el presidente estadounidense pretende imponer es el eje de gran parte del debate en la excapital de Brasil. De allí que Rousseff hubiera hecho hincapié en que «las tarifas y sanciones se usan como herramientas de subordinación política», por lo que afirmó que el sistema financiero internacional continúa «profundamente asimétrico, colocando las cargas más pesadas sobre los que tienen menos recursos».

El tres veces presidente, en tal sentido, analizó que «en un escenario global cada vez más inestable, marcado por el resurgimiento del proteccionismo, el unilateralismo y el impacto de la crisis climática», el papel del NBD de los BRICS «será mayor».

«La llamada austeridad exigida por las instituciones financieras ha hecho a los países más pobres porque la austeridad hace más pobres a los pobres y más ricos a los ricos. Eso es lo que pasa en el mundo actual y lo que tenemos que cambiar», remarcó el presidente brasileño.



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